Si me detienen, que no sean seguratas
¡No, por Dios! No he robado a nadie, tampoco he sesgado la vida a ningún ser humano y ni siquiera he agredido a ninguna persona, a veces no por ganas, sino porque detesto la violencia y, cuando alguna vez se ha puesto una situación tensa y caliente, siempre he optado por retirarme, pues retirarse a tiempo es una victoria, como reza el dicho. Tampoco he ofendido al prójimo y si en alguna ocasión alguien se ha sentido molesto con alguna inapropiada y torpe actitud jamás, lo reitero, jamás, lo ha sido intencionadamente.
Pero tal como se están poniendo las cosas uno no sabe dónde ni cuándo puede acabar con sus huesos en un penal, pues mis continuadas críticas sociales y políticas, me consta, no hacen ni pizca de gracia. Además, últimamente la lógica se ha revertido y están saliendo de la cárcel terroristas, violadores, psicópatas, granujas y corruptos impunes, ingresando en ella gentes con delitos bastante menores e intrascendentes socialmente. Así que los excarcelados son individuos con las manos manchadas de sangre, hábiles en el robo o con una errónea virilidad, creyendo que su órgano masculino es más importante que la voluntad y resistencia de sus víctimas asaltadas. Sin embargo pueden ser encarceladas personas que roban para comer o indignadas por tanta tontería.
Sé perfectamente que no soy políticamente correcto porque denuncio aquellas cosas que considero fuera de lugar y, dada mi ineptitud hacia el vandalismo y a la reacción acalorada, sólo me queda la palabra como herramienta para el pataleo. Por eso, si alguien desde arriba considera que he hecho méritos suficientes para ser detenido, por favor, que no sean Seguratas, sino miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que al fin y al cabo son pagados con nuestro dinero. Llegado el caso que sea un Guardia Civil o un Policía Nacional quien me prenda y, si puede ser, que esté uniformado, con la placa identificativa en una mano, las esposas en la otra y la orden judicial en la boca. Hasta un militar prefiero que me detenga si, en tiempos de guerra que nadie desea, me interceptara al cruzar la línea enemiga para comprar tabaco, parafraseando a Gila.
Escribo esto porque el señor Jorge Fernández, Ministro del Interior, siguiendo la línea de recortes aplicada por su Gobierno, ha dado luz verde para que empleados de empresas de seguridad puedan ejercer las funciones de vigilancia, identificación o detención de ciudadanos; hasta ahora sólo reservadas para la policía o guardia civil. ¿Qué pensarán policías y guardias civiles de que miembros de la seguridad privada usurpen sus obligaciones y cometidos, como mercenarios esquiroles, para realizar el trabajo que tenían reglamentado?
Nada tengo contra los guardias de seguridad y los vigilantes jurados, pues se ganan la vida dignamente, pero su formación no es la misma que la que reciben policías o guardias civiles, instruidos en sus respectivas Academias. El adiestramiento de los Seguratas está enfocado para disuadir en superficies comerciales, bancos, empresas o polígonos, y no dudo de su profesionalidad, pero se deben a la Compañía que les paga y ésta es del sector privado, no de la Administración Pública.
Por otra parte es contradictorio que prescinda el Estado en los últimos años de 6.000 funcionarios, entre policías y guardias civiles, y quiera compensarlo ahora con la labor de supervisores privados que cobran la mitad y cuya función sustitutoria no es comparable. Me niego a que un gorila de discoteca me exija la documentación o un portero de una sala de fiestas me intercepte por la calle. A este paso los subalternos de los estacionamientos de vehículos, los vigilantes de la hora, tendrán porras, pistolas con balas o pistolas eléctricas, los temidos Taser. Lo siento, no puedo estar de acuerdo. Si los apresados por las Fuerzas del Estado entran al juzgado y salen por la puerta de atrás, ¿hasta cuándo soportarán su impotencia observando a unos mesnaderos haciendo su trabajo?